de Martín López Corredoira
(Premio
"Platero 2002" de las Naciones Unidas-Ginebra, Suiza)
I
Fúnebre marcha en silencio,
ritmo dactílico suena
con tristeza,
canto a su muerte presencio,
noble y solemne la pena
con grandeza
II
Allende ventana os veo,
las gotas de lluvia empañan
los cristales;
vives en mí, en deseo,
nubes grisáceas que bañan
lacrimales.
III
Bajan las aguas muy frías,
frescas mañanas alpinas
de arroyuelo;
¿son frialdad tus agonías?,
¿son tus lágrimas de espinas
puro hielo?
IV
Abatamos nuestro ego,
ya se fue la bien amada.
Quedo solo,
perdido, sin vida, ciego,
el vasto Universo es nada,
frío polo.
V
Aguarda a tu enamorado,
espérame en tu aposento,
punto oscuro;
pronto estaré yo a tu lado,
polvo seré, no te miento,
es seguro.
VI
Errante vas al destino
por frías sendas de viaje
en invierno.
Errante sigues camino,
de blanco helado paisaje,
a lo eterno.
VII
Cae el cielo de tormenta,
torna en gris tornasolado
los colores
del verde valle que alienta,
oscuro rasgo es trazado
en sus flores.
VIII
Escarcha en frías heladas,
dolor que todo lo cura,
¡triste, triste!
Quedan las flores hastiadas,
queda marchita amargura
que trajiste.
IX
¡Mira ese tronco vetusto!,
árboles fuertes se estrujan
desgarrados;
también el hombre es adusto
si a llama o muerte se empujan
los hastiados.
X
Mustio rescoldo en candela,
vida en el último leño
consumido;
lenta se acaba novela,
fuego en el último sueño
ya perdido.
XI
Muriendo solos vivimos,
la noche aguarda del día
desencanto.
Viviendo solos morimos,
ya nadie escucha agonía
de tu llanto.
XII
Conato en seres mortales:
vivir tal agua en molino,
¡fatum, fatum!;
gira y camina andurriales,
calla si envía el destino
su ultimátum.
XIII
Sórdidos pasos se allegan,
golpes lejanos compelen
que despierte.
Pisa y mis ojos se ciegan,
pisa y mis tímpanos duelen,
¡muerte, muerte!
XIV
Sigues tu viaje de invierno:
pisas la gélida nieve,
sientes frío;
caminas hacia lo eterno,
expira vida, ¡qué breve!,
en vacío.
XV
Gotas derrama este río,
río que al mar infinito
desemboca;
lágrimas, sudor de estío,
sangre luchadora, grito
de tu boca.
XVI
Después de un corto camino
llegamos ya a la posada
del descanso.
Éste era nuestro destino:
alto en trayecto, parada
o remanso.
XVII
Ya no se queja el molino,
campo de trigo es ya yermo,
¡cesa rueda!;
llega por fin al destino,
queda con paz el enfermo,
muerto queda.
XVIII
Lejos barca llevas alma,
más allá del horizonte,
¡rema, rema!;
largo camino de calma,
dulce mirada Caronte,
dulce poema.
XIX
Lleva tus pies al abismo,
hunde tu espíritu asceta
en infierno,
hallarás el nihilismo,
gozarás cielo, profeta,
de lo eterno.
XX
Muere, se apaga tu fuego,
alma, que huye a la vida,
ermitaña;
lejos del mundo, sin ego,
sola se queda escondida
en montaña.
XXI
Yace el Sol con la sonrisa,
dulce ocaso de poniente,
bendecida,
atardece en roja brisa,
bajo el mar se fue silente
luz y vida.
XXII
Dichoso quien va y no vuelve,
aquél ya no siente el lloro
de miseria
que el mundo mortal envuelve,
ni escucha al histrión sonoro
de esta feria.
XXIII
Bello es el ser: superarse,
lucha por altas esferas
de uno mismo.
Bello es no ser: apagarse,
corres allende barreras
del abismo.
XXIV
Apaga, feliz, tu lloro
si el Sol ya no muestra bellas
de flor alas;
lágrimas nublan el oro,
brillo nocturno de estrellas
con sus galas.
XXV
Celebra el cosmos las muertes:
estrellas novas dan fuego
y explosiones,
crujidos, bramidos fuertes,
de esferas celestes juego
de pulsiones.
XXVI
Ni los reyes poseyeron
como tú naturaleza,
alma errante,
ni al reino suyo se unieron,
tras muerte queda belleza
con su amante.
XXVII
Letras han ya retratado
de alma paisajes floridos:
vida interna;
tu espíritu dispersado
penetra por los sentidos:
vida externa.
XXVIII
El bosque será tu casa,
albergue de tu alma errante
de fantasma
que el cuerpo vivo traspasa
en ser natura reinante
del gran plasma.
XXIX
Metamorfosis, gusano,
transformará en mariposa
a tu muerte.
También tú, ¡oh!, ser humano,
dejarás que tu alma en rosa
se despierte.
XXX
Árbol reposa en tu luto,
crece con alma dormida
que se pierde,
rico y jugoso es el fruto
brote de rama florida
entre el verde.
XXXI
Polvo de seres terrestres,
polvo de estrellas, cenizas
de la lumbre,
brotan las flores silvestres,
salen de tierras rojizas
a la cumbre.
XXXII
Del campo de funerales,
del campo son las espigas
en cultivos,
de ellas saldrán cereales
pan que alimentan sus migas
a los vivos.
XXXIII
No se fue para dejarte
sino siempre estar contigo,
¿lo comprendes?
Ha de morir para amarte,
ser en natura tu abrigo,
¿ya lo entiendes?
XXXIV
Te vas sin haberte ido,
tu huella estará presente
a mi lado;
corazón no te he perdido,
estarás eternamente
con tu amado.
XXXV
No es necesario visite
templo de tu sepultura,
ello es vano;
o es mi pecho tu escondite
o hallo tu alma en la espesura
de lo arcano.
XXXVI
Queda ya el cielo azulado,
bella te marchas poetisa
a tu lecho.
Ya queda el cielo colmado,
azul lo deja sonrisa
de tu pecho.
XXXVII
Baja el arroyo cantando,
canta feliz entre peñas,
salto en salto;
¿qué le has estado contando?,
¿qué bellos cantos le enseñas
desde lo alto?
XXXVIII
Cantan en los bosques aves,
tiernas melodías cantan
en tu ausencia.
Tu voz en trémolos suaves,
susurros del aire suplantan
tu presencia.
XXXIX
Ella se fue en primavera,
campos emanan olores
de su muerte;
primavera donde fuera
volverá y saldrán las flores
por su suerte.
XL
Duérmete ya, niña mía,
cae corazón en el canto
del que emana
sueño eterno, noche y día,
paz continua, fin sin llanto,
¡dulce nana!
XLI
Gloria cantemos al cielo,
ábranse todas sus puertas,
¡aleluya!
Se funde de un alma el hielo,
al cosmos sus gotas muertas,
¡dicha suya!
XLII (final)
Idealizada fue vida
como cantada es la muerte
de la Idea.
Canto al fin de la querida,
fin de coplas a la inerte
dulcinea.