Olas que bramáis..., rugir que siento dentro, furia de los vientos que bajo mi pecho empujáis. Necesito el alma de la compasión abrazada a mí. Necesito que tú, amada de mis sueños, hagas realidad mi mundo de tristeza.

Olas que bramáis..., desesperación que alumbra con el fuego del dolor, tormento que ensombrece la vida. Necesito la brisa que el aliento de la esencia me pueda dar. Necesito que tú, amada de mis sueños, hagas materia mis deseos.

Olas que bramáis..., llamas sin color que arden en mi infierno, ácido que corroe las entrañas. Necesito que el rojo de tus labios acaricie la boca que gime. Necesito que tú, amada de mis sueños, bajes desde tu divina esencia para atender a éste tu mortal.

Olas que bramáis..., campanas agitadas que desastres anuncian, ensordecedoras voces en silencio que oír quisiera. Necesito el cuenco de unas manos sobre el que verter mis lágrimas. Necesito que tú, amada de mis sueños, acojas a tu siervo en tu inmensa morada de amor.

Olas que bramáis..., océano de tempestades entre crestas y valles, rabiante espuma y estallidos contra las peñas. Sólo una cosa de ti necesito, amada de mis sueños, que me ames como necesito ser amado.

Olas que bramáis, ondas que transportáis turbulencia entre largas distancias. Id a las playas del paraíso y decid a mi amada que sufro por su ausencia.

Martín López Corredoira
"DIALOGOS ENTRE RAZON Y SENTIMIENTO" (1997, cap. XII)