La ciencia y todo conocimiento racional actual nos dan una sólida base para creer en un fatalismo, determinista o no, que todo lo gobierna, una mecánica que ha gobernado la creación de las galaxias así como la aparición de la vida sobre la Tierra dando lugar a formas tan complejas como nosotros mismos. Una ciega ejecución de la naturaleza que en nada tiene en cuenta a los seres como individuos independientes arrastra todo lo conocido.
Por otra parte, la música y el arte en general elevan hacia cumbres desde cuya altura se besa el mundo de las ideas, tan alejado de la miseria. Lejos, donde nada hay mas que esencias, el único lugar donde el ser individual lo es realmente todo, allí reposa toda grandeza y pequeñez.
Se desea conciliar tan discordantes pasiones y se observan las chispas de tan atormentada confrontación. Los diálogos son una doble exposición de lo objetivo contra lo subjetivo, lo universal contra lo imperceptible, lo palpable contra lo etéreo, lo finito contra lo infinito, la ciencia contra las expresiones artísticas, el hombre contra el hombre. De ellos ha de salir un solo ser, un solo ser que razona y que siente: el ser humano. Dado un tema tengamos una doble interpretación, confrontemos y ... y ¿al final qué? Al final, sólo un mundo es y otro desea poder ser quedándose el deseo en resignación. Al final lo firme permanece y lo volátil cae cuando no soplan vientos favorables. Una caída que se convierte en otro vuelo más. Lo eterno no puede dejar de ser eterno y la naturaleza no puede dejar de ser naturaleza.
Disponible en: Agapea, Imosver , y otros.